Alde Zaharra es un lugar de encuentros y reencuentros. Un lugar para compartir tus mejores momentos en la barra de un bar o alrededor de una mesa. Un lugar para disfrutar de una amplia oferta gastronómica que recorre desde lo más tradicional hasta los nuevos platos. Encuentra tu sitio aquí y disfruta de una magnífica experiencia gastronómica.
Alde Zaharra es un lugar de encuentros y reencuentros. Un lugar para compartir tus mejores momentos en la barra de un bar o alrededor de una mesa. Un lugar para disfrutar de una amplia oferta gastronómica que recorre desde lo más tradicional hasta los nuevos platos. Encuentra tu sitio aquí y disfruta de una magnífica experiencia gastronómica.
Un bar de los de toda la vida con una historia que resiste entre paredes de madera, botellas de vino y un menú escrito en una pizarra. El Bar Martínez guarda una esencia que hoy, continúa intacta.
Su historia se remonta al 13 de mayo de 1942, cuando Manuel Martínez y Juliana Gil, los abuelos del actual propietario Mikel Martínez, decidieron emprender un proyecto en común. Así nació el bar que inicialmente ofrecía propuestas sencillas: champiñones, gildas, anchoas o morcilla, pero que, gracias a la creatividad de Manuel, pasó a ofrecer opciones más elaboradas, año tras año.
Hoy en día en su barra encontrarás todo tipo de propuestas gastronómicas, desde gildas, pasando por el pastel de pescado hasta pimientos rellenos. Rellenos de historia. Pimientos con bonito y salsa tártara, huevas de merluza, calabacín con centollo, entre otros. Los deliciosos bocados del Martínez mantienen intactos casi ochenta años de historia gastronómica y tradición culinaria.
El Bar Martínez sigue hoy en la misma línea de pintxos tradicionales. Y esa cocina de proximidad es su sello personal. Así lo señala su propietario: “Queremos ofrecer a nuestros clientes un pintxo con una calidad excepcional y con productos de aquí”.
La enorme popularidad del pintxo de chatka en los años sesenta desencadenó, en ocasiones, a que el producto se agotara. Un producto que salía de Rusia, pero que a veces, no llegaba a su destino final. Y eso llevó a que los Martínez tuvieran que buscar una solución. Así lo cuenta su propietario: “La chatka aquí era cara, y comunista, así que íbamos a Francia a llenar los maleteros del coche de producto”.
Los años cuarenta, fueron años de escasez y racionamiento, donde incluso, como menciona su propietario, se alquilaban los huesos de jamón: “Venía el jamonero por el barrio y te dejaba el hueso de jamón durante veinte minutos. Lo metías en el cazo para dar sabor a lo que fuera y después, se lo llevaba”.
Lo que comenzó como un pequeño negocio familiar, suma ya tres generaciones. Un bar que ha visto crecer tanto la Alde Zaharra como a su actual propietario. Así lo expresa Martínez: “Llevo toda la vida aquí. Comencé con trece años recogiendo las mesas e incluso hacía aquí los deberes”.
No hay más secreto: buena materia prima, propuestas sabrosas y dosis extra de cariño. Eso es el Bar Martinez. Una barra que explica la historia de la cocina en miniatura desde cuando sólo se llamaban banderillas. Unos bocados que reflejan la tradición de una familia y de una ciudad.
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